La tercera línea roja de Irán
El viernes 27 de diciembre Irán cruzó la primera línea roja en la escalada contra los Estados Unidos. Ese día un ataque contra una base militar iraquí terminó con la vida de un contratista norteamericano. El hecho llevaba la rúbrica de Kataeb Hezbollah, un grupo terrorista nacido bajo el paraguas iraní. Washington respondió 48 horas después con bombardeos a sus bases: murieron 15 milicianos, algunos de ellos de alto rango. La réplica chiíta se demoró dos días provocando el asedio de la embajada norteamericana en la capital de Irak. La segunda línea roja había sido traspasada.
En la madrugada del 3 de enero un drone hizo blanco sobre dos automóviles que comenzaban a alejarse lentamente del Aeropuerto Internacional de Bagdad. Varios cohetes impactaron en los vehículos provocando su total destrucción. En el interior de uno de los transportes se encontraba Qassem Soleimani, comandante de las Fuerzas Quds, proveniente de Damasco, Siria. Murió en el acto. Junto a él también fueron ultimados el jefe de Kataeb Hezbollah, el iraquí Abu Mehdi al Muhandis y otros cuatro oficiales iraníes: Brigadier General Hussein Pourjafari, Coronel Shahroud Mozafarinia, Mayor Hadi Taremi y Capitán Vahid Zamanian.
Fue el golpe más audaz y resonante de los Estados Unidos desde la misión que el 2 de mayo de 2011 acabó con la vida de Osama Bin Laden, jefe de Al Qaeda. Quizás, la de Soleimani sea un deceso aún más significativo para el orden de Medio Oriente. El general de 62 años nacido en una pequeña aldea de la provincia de Kerman era el mentor y promotor de las acciones de la teocracia fuera de su territorio. De él dependían las milicias chiítas en Irak, Siria, Líbano, Turquía, Yemen, Azerbaiyán, Afganistán y Bahrein. Desde 2007 que el arma que comandaba es considerada una “organización terrorista”.
De acuerdo a un ex oficial de Seguridad Nacional de la Casa Blanca -quien pidió ser citado bajo protección de su identidad-, “a diferencia de Bin Laden, Soleimani era un actor estatal y estaba directamente empleado por Irán. Por lo tanto, la muerte de Soleimani tiene consecuencias geopolíticas que de alguna manera superan a la de Bin Laden, quien cometió sus actos en nombre de una ideología en lugar de un estado”.